La famosa columnista de los años 50 y 60, Ann Landers, conocida por sus consejos en el “Chicago Sun Time”; publicó una carta que decía así: “Querida Ann Landers: Mi esposo y yo acabamos de celebrar nuestro vigésimo aniversario. El suple todas nuestras necesidades, no tiene malos hábitos, es un padre excelente para nuestros hijos y todos piensas que es buenísimo. Entonces, ¿por qué me quejo? ¡Es que el hombre no se calla! Lo primero que oigo en la mañana es su voz. En la noche cuando apago las luces, todavía sigue hablando. Me hace una pregunta entonces se la contesta a si mismo. Me pide una opinión, y entonces me da una. Él repite una conversación y antes que yo pueda comentar algo, me dice lo que piensa acerca de ella. Algunas de nuestras amistades ni siquiera saben si tengo cuerdas vocales. ¿Tiene algún consejo para mí?
La respuesta de Ann fue la siguiente: “Querida, después de veinte años, acepte el hecho de que este hombre no va a cambiar. Esto le ahorrará desgaste a su vasos sanguíneos. Y por favor lea la siguiente carta.”
Querida Ann Landers: He estado casada por veintidós años con un hombre que no me habla. Se niega dialogar en cuanto a los problemas familiares y no hace absolutamente ningún comentario cuando le presento problemas de la familia para cuya solución necesito ayuda. “He tratado todos los enfoques imaginables, desde la tentativa indiferente y casual, “¿Qué piensas sobre esto querido? – hasta el pedido apasionado de -: ¡necesito tu ayuda desesperadamente!, y finalmente la plegaria angustiada dicha a voz en cuello: ¡Contéstame! Su respuesta es una mirada sin expresión, acompañada por su silencio sepulcral. De vez en cuando musita, “No había pensado en eso”.…. Pido muy poco de él. Estoy cansada de hacer yo sola todas las decisiones. Estoy a punto de pegarme un tiro por la cabeza. ¿Tiene alguna idea?
La respuesta de Ann: “Querida esposa: después de veintidós años, acepte el hecho de que este hombre no va a cambiar. Esto le ahorrará desgaste a sus vasos sanguíneos.
Muchas parejas están tratando de cambiar a su cónyuge y han olvidado que una de las cualidades vitales y fundamentales para una buena relación es: “La aceptación”. Cuando aceptamos a la persona que amamos terminamos siendo más felices, ya que comenzamos a notar el brote del cambio de nuestro cónyuge, sin necesidad de hacérselo ver.
Las personas cuando son aceptadas, aun con sus debilidades y defectos, terminan sintiéndose apreciados, aprobados y finalmente animados a llegar a ser todo lo que pueden ser. Sucede todo lo contrario cuando el cónyuge trata de cambiar o mejorar alguno de nuestros hábitos o comportamientos. Esto trae una resistencia debido a que nos sentimos acusados y heridos.
Mis queridos matrimonios, ustedes no tiene porque sufrir el desgaste de los vasos sanguíneos tratando de cambiar a nadie. Tu cónyuge no necesita tus sugerencias ni tu plan de mejoramiento o “Update”, lo que necesita es tu aceptación. Eso le animará a buscar ser mejor para ti y los que le rodean.
¿Estás tratando de cambiar a tu pareja? ¿lo acusas y le dices cada momento lo que hace o dice mal? ¡Pregúntate! ¿he logrado que cambie? ¿se siente feliz con mis críticas y consejos? No pierdas más tiempo, decide aceptar a tu cónyuge con sus virtudes y defectos. Muéstrale tu aprecio por las cosas que hace bien, dale el reconocimiento necesario, y de esa forma lograrás más. Recuerda, No te rindas.
Seguiré tocando este tema en el próximo artículo.
Pastor, Eliezer Pérez.