Como padres nos hemos acostumbrados a ser indiferentes ante las realidades que afectan los sentimientos de nuestros hijos al momento de imponer nuestra autoridad. La mayoría de nosotros no vimos a nuestros padres admitiendo sus propios errores al tratar de corregirnos. Al no haberlo aprendido, caminamos a ciegas en la educación de nuestros pequeños, lidiando con sentimientos de culpa que empeoran el conflicto y la relación. Por sentirnos mal comenzamos a “disculparnos sin palabras”, o sea, tomamos la actitud de permitirlo todo para calmar la culpa en nosotros.
Veamos cuál es la raíz de este asunto.
- Creemos que cuando pedimos perdón, perdemos autoridad ante el niño.
- Creemos que cuando pedimos perdón, perdemos la fachada de infalibilidad que pretendemos poseer.
- Creemos que cuando pedimos perdón, perdemos el respeto del niño y le damos la oportunidad así de enfrentarnos.
- Creemos que cuando pedimos perdón, esto promoverá un peor comportamiento en el niño.
Nada mas errado que pensar de esta forma. Al contrario, una actitud responsable ante nuestras fallas, formará el carácter del niño en áreas en donde nunca pensamos que era necesario producir cambios importantes para su futura vida y para nuestra paz durante la crianza.
Es necesario aprender, cómo, cuándo y por qué hacerlo, para ser asertivos en esta acción.
Veamos los beneficios al respecto.
- Cuando pides perdón y perdonas a la vez, la falta cometida, le estarás dando el mensaje correcto a tu hijo de tu humanidad, la de alguien que se equivoca como él, pero que es valiente para enfrentar sus errores y corregirlos.
- El niño se identificará con usted y aprenderá a su vez a pedir perdón y a no esconder sus errores, y mucho menos sus culpas.
- Sentirá que usted no está interesado en herirlo o hacerle mal.
- Aprenderá a ser responsable de su conducta y de las consecuencias que esta genere.
Pero, ¿cuándo es adecuado hacerlo?
- Cuando usted haya impuesto una regla, y es usted quien la ha incumplido.
- Cuando le haya insultado con palabras hirientes o con un tono inadecuado e irrespetuoso.
- En todo momento en que usted hiera sus sentimientos o le haya proferido frases que le destruyan en su estima propia. El descontrol no es saludable para nadie y un muy mal ejemplo a mostrar.
- Cuando el castigo haya sido desproporcionado a la falta, o a destiempo.
- Al momento de incumplir con una promesa, cita o compromiso con él o con alguna actividad escolar o social que sea importante para él.
Aclaremos algo, no acostumbre pedir perdón por cualquier cosa o simplemente por haberse enfadado. Recuerde, nuestros sentimientos no son malos, lo que esta mal es dejar que se desborden sin control. Cuando se disculpe, instruya al niño a reconocer su falta cometida al igual que usted lo hace, para que sea completa y edificante la acción del perdón entre ambos. La acción de perdonar, es muy gratificante y sanadora para ambos participantes.
Cuando se es consecuente con esta regla, usted podrá observar varios resultados:
- No habrá sentimientos de culpa que le traicionen en la educación de sus hijos.
- Enseñara con el ejemplo lo que debe ser el comportamiento normal en la vida familiar y social.
- El niño aprenderá a perdonar, siendo perdonado y viendo perdonar a otros. Esta es una lección difícil de enseñar y difícil de aprender y ejecutar como seres humanos que somos gobernados por el orgullo, mas que por el amor hacia nuestros seres mas cercanos.
Por supuesto la solicitud de perdón debe ir acompañada de un verdadero deseo y actitud de cambio, o ese hermoso acontecimiento se volverá una farsa difícil de superar. No permita que la ausencia de las disculpas, arruine el hermoso trabajo que esta haciendo en la educación de su hijo. Padres no se cansen de hacerlo bien, que a su tiempo recogerán los frutos de la cosecha sembrada en el corazón de sus hijos.
Ana M. Vargas
Educadora.