Una de las diferencias más notorias que encontramos entre hombres y mujeres es su sentido de dignidad. En el caso de las mujeres, por diseño, ese sentido de dignidad está íntimamente asociado con su seguridad, que se manifiesta en que toda mujer necesita ser amada, ser cuidada, ser protegida, ser guardada. Cualquier acción, intención o falta de éstas, que atenten contra su seguridad expresada en estas necesidades, son definitivamente violencia contra la mujer.
Es popular el considerar el maltrato físico como violencia, por ser más notorio, pero pasamos por alto las consecuencias nefastas de otros tipos de violencia, que se ilustran a continuación.
Permitir que propios y/o extraños maltraten o abusen de nuestras esposas es violencia del esposo sobre su esposa, porque es nuestra responsabilidad como hombres, el protegerlas. Muchas veces son nuestros hijos, quienes abusan de nuestras esposas, y nosotros no hacemos nada.
Preferir a mi madre, o a mis hijos, por encima de mi esposa, es una forma común de maltrato, fruto de la ignorancia y prioridades inadecuadas.
Ser indiferentes a sus necesidades, es violencia del esposo contra su esposa, porque es nuestra responsabilidad cuidarlas. Lo que es importante para ella, debería ser importante para mí.
No dedicarles el tiempo que requieren, no disponer de espacios para escucharlas, es amenazar el que ellas se sientan amadas. Es violencia contra ellas.
El permitir que ellas asuman responsabilidades que no les corresponde, porque nos es más cómodo que sea así, es una manera de atentar contra su integridad.
El dejar de pasar tiempo sin consentirlas, sin brindarles muestras de cariño, sin tener expresiones de amor con palabras y con hechos, las lastima profundamente.
Dudo mucho, que exista una sola mujer, a quién no le interese sentirse amada, cuidada, protegida o guardada. Si existiese alguna, tal vez se explicaría porque sus sentimientos fueron dañados. No recibió el cuidado adecuado de su padre en sus tiernos años de infancia, o tuvo una mala experiencia, con alguien que le propinó tal grado de violencia, que endureció su corazón al punto de cerrar toda posibilidad de cuidado o afecto, proveniente del exterior, para evitar exponerse nuevamente a la misma situación.
No son pocos los casos, en donde hombres que manifestamos sinceramente amar a nuestras esposas, las exponemos innecesariamente a situaciones en donde ellas salen lastimadas, y lo peor es que no nos damos cuenta de esta condición. Estas situaciones de falta de sensibilidad al dolor y la necesidad de nuestras esposas, sólo son muestras de corazones endurecidos, que requieren aprender a amar, para apreciar el regalo inestimable que Dios nos ha dado en una esposa.
Sé que me he concentrado en hablar de la seguridad de las esposas, pero nuestras hijas como mujeres también tienen que ser consideradas y atendidas. Particularmente, durante su época de desarrollo, como padres debemos ser los garantes de su seguridad, sus proveedores de amor, de cuidado, de protección. Esto va a ser una contribución definitiva para su crecimiento sano.
Indefectiblemente, toda mujer que sea vulnerada en su seguridad, tomará decisiones para cubrir sus faltantes de amor, de cuidado, de protección. Lo grave, es que muchas de esas decisiones, las llevan a exponerse a situaciones peores que las que tenían antes.
¿Qué medidas puedo tomar inmediatamente, para asegurar una menor vulnerabilidad en mi esposa?
Por Néstor Romero