El día de la boda, estando en el altar o frente al juez civil, pronunciamos el pacto de amor, que normalmente dice así: “Tengo el firme propósito de amarle, ayudarle en lo moral y en lo material, cuando enferme o esté con salud, ya sea que esté en riqueza o pobreza; Prometo dedicar todos mis afectos, conyugales a el/ella todo el tiempo que Dios nos conceda la vida, para vivir como esposos”
Este pacto o promesa de amor es algo que lamentablemente decimos a la ligera y no reflexionamos con seriedad, sobre lo que estamos prometiendo en realidad.
Este pacto plantea que usted tiene el firme propósito de amar a la persona que está tomando por su cónyuge. ¿es realmente así? o su amor está condicionado por distintos factores y clausulas a cumplir. Deténgase a pensar en esta promesa. No se cuales sean los problemas, diferencias, circunstancias, o etapas por las que pueda estar pasando su matrimonio. Es posible que se encuentre desanimado, cansado, y hasta desmotivado a seguir con su relación, y hasta pensando, que otra relación puede ser mejor.
Todos los matrimonios experimentan tiempos difíciles. Períodos de alejamiento por diferentes factores que desaniman. Es en esos momentos donde hay que pensar, reflexionar y decidir sobre aquella promesa en el altar: “Tengo el firme propósito de amarle” Esa promesa que usted hizo tienen que ser de nuevo recordada y examinada, y preguntarse: ¿Estoy dispuesto (a) a hacer todo mi mejor esfuerzo para seguir amando a la persona con quien me casé, enamorado? ¿Cuan firme es mi decisión de seguirle amando? ¿Cumpliré mi promesa?
La sociedad moderna nos ha impuesto un estilo de vida donde el sacrificio, el dolor, la paciencia, la espera, el luchar, se han convertido en enemigos de lo fácil. Todos buscan el placer, el bienestar y la felicidad, hasta que se tiene que luchar por ello.
Siendo realistas, ¿quién dijo que un matrimonio es fácil? ¿Quién dijo que no sufriríamos, o que no tendríamos momentos malos y buenos? ¿Es acaso el matrimonio una relación sin escollos, sin barreras? Quien piense eso, está fuera de la realidad y se ha engañado a si mismo.
Para que una relación crezca, madure y logre concretarse, es necesario que enfrente las dificultades del tiempo, de las diferencias, de los malos entendido, de la enfermedad, de la rutina, de la falta de recurso económico, de las noches cuando los niños se enferman, del adolecente que se va de la casa, de la esposa que se cansa de la rutina de la casa, del esposo que ya su trabajo no le satisface, de la frustración cuando no eres lo que pensé que eras, etc.
Aunque usted no lo crea, estos son los momentos que ponen a prueba el verdadero amor, la verdadera firmeza de la promesa hecha. Es aquí que demostramos de que estamos hecho y en que roca está fundado nuestro matrimonio.
Hoy, cuando las parejas enfrentan dificultades, lo primero que aflora al pensamiento es el divorcio, el camino fácil, que no necesariamente es el mejor. Nos hemos olvidado de luchar, de sacrificarnos, de amar de verdad, y no de forma emocional. En la Biblia, el Apóstol Pablo dice: “Que el verdadero amor es aquel que todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Corintios 13:7) ¿Es tú amor de este calibre? o ¿es tú amor egoísta, que solo piensa en ti y no está dispuesto a hacer sacrificios y a pagar el precio de crecer, madurar y llegar a soportar las dificultades de la vida en pareja?.
No quiero dejar la impresión de que debes ser un mártir. Estoy hablando de una relación de personas sanas, pero que por el hecho de ser diferentes tendrán que vivir una vida de ajustes. A eso me refiero, a si estás dispuesto a pasar por los ajustes que implica un matrimonio para logar el verdadero amor. Si no es así, escogerás el camino corto, el atajo, y al final no habrás experimentado el crecimiento, la madures, y como consecuencia, el verdadero amor en tu matrimonio.
Recuerda: “Las parejas felices, han enfrentado y superado los embates de la vida, la tuya no es diferente”
Pastor, Eliezer Pérez.